En estas páginas donde
desenvolvemos historias de inmigración; sus caminos, aciertos e infortunios, con
que trazaron en esta Argentina nuestra, junto a los pueblos originarios -
rescatados potencialmente para la historia recién a partir de la segunda mitad
de siglo XX – los destinos de una Nación multiétnica y multicultural, aparecen
figuras que, si bien, parecen pasar desapercibidas para la Historia Grande
construyeron futuro en el legado de su persona que dejaron a sus descendientes.
Esta es una de esas biografías, la de doña Lorenza - o la abuela Lorenzo para
los más íntimos - como en el barrio, en La Colonia, llamábamos a Florencia Jordán
de Ruesta. Nadie puede decir que conociéndola no le haya dejado algo, un roce
tan sólo, apenas, de una figura y una personalidad inconmensurable e imperecedera.
(Chalo Agnelli)
FLORENCIA
El 10 de agosto de 1897,
fue anunciada la formula presidencial para las próximas elecciones. Alejo Julio
Argentino Pascual Roca era acompañado por Norberto Quirno Costa quienes pertenecían
al Partido Autonomista Nacional.
En esa misma fecha nacía
Florencia Petrona Jordán Accuatelli en el barrio de San Cristóbal, el de la “Semana
Trágica”, el de la “Madre María” (María Salomé Loredo y Otaola), fue en la
calle Deán Funes próxima a la estatua de Florencio Sánchez.
Corría el año 1910 la
patria cumplía su Centenario, Florencia tenía ya 13 años. Era la hija del matrimonio
formado por Ángeles Accuatelli (Goya) y José Jordán, los dos al casarse
provenían de matrimonios anteriores en el que ambos habían tenido hijos. De
esta unión nacieron: Florencia, Amanda, Lucio, Francisco, Rosario, Angélica y Angelita.
Esta última, en realidad, era hija de uno de los hermanastros y de la
sirvienta, pero la anotaron y criaron como hija de Goya y José.
Los hermanastros eran en
total ocho. Uno fue militar, otro fue cónsul en Colombia; estaban a su vez:
María, la más parecida a Florencia, y Victoria quién se suicidó con el novio en
una lechería tomando cianuro. Nunca se supo el por qué de esta decisión, los
dos estaban estudiando en la UBA.
GENEROSO
El padre de Florencia
tenía una tabaquería y gozaban de una buena posición en la localidad de San
Isidro; el caso es que un día se presentó en la casa Generoso Ceferino Ruesta
acompañado de su madre Bavila Albóñez de Ruesta. Generoso tenía 19 años, era
alto y muy buen mozo, de tez muy blanca, de cabello y ojos negros. La mamá era una
aragonesa de fuerte carácter, muy directa en su decir, una mujer de ojos azules
y cabello aun rojizo.
La cuestión es que
cuando Goya Accuatelli de Jordán supo de qué se trataba la visita, puso el
grito en el cielo y buscó toda clase de excusas, hasta que se le ocurrió
confirmar que Florencia era una inútil, que no sabía hacer nada, fue así que
prestamente Bavila respondió:
–
Lo que usted no le ha enseñado lo aprenderá
conmigo.
Finalmente Goya y José
cedieron y a Florencia se le iluminó la cara de felicidad, con tan solo verlo
una vez, ya estaba muy enamorada de Generoso. A los pocos meses se concretó la
boda.
En abril de 1911, se
casaron y fueron a vivir con Bavila - Felipe el esposo de esta ya había muerto
- y el hermano de Generoso, Faustino (Tití); Jorge el mayor de los hermanos y Margarita
ya estaban casados; quienes como sus padres Felipe y Bavila había nacido en
España. En Argentina nacieron Elena Marcela a quién casaron con un italiano muy
bueno, pero de quien ella no estaba enamorada y sucedió que después de su
tercera hija, Elena conoció a un militar de alto rango y se marchó con él;
dejando al cuidado de la abuela Bavila y del tío Generoso sus tres hijas: Teresa,
Margarita y Elena. Las niñas fueron las compañeras de juegos de su tía
política, Florencia, que también, aunque ya casada, era una niña.
Bavila además de
comandar la familia, regenteaba la panadería de San Isidro. Flor aprendió a
hacer los trabajos domésticos y a ayudar en el negocio. Si bien tenía 14 años
cuando quedó embarazada, era una nena: seguía jugando con las chicas, sus
sobrinas, saltaba la soga, hasta que Bavila la hacía entrar pues temía por el
embarazo. Así fue creciendo bajo las reglas de su suegra quién le enseñó a
trabajar y cuidó de ella con dureza pero queriéndola.
"LA CURVA"
El 2 de agosto de 1913, nació
Inés (Ñata), la primera hija de Florencia y Generoso. Tiempo después compraron
una gran panadería en capital, en la calle Pichincha casi Garay. Allí donde
nació su segunda hija, Zulema. Luego vendieron y compraron dos panaderías una
en Quilmes, en el barrio La Colonia, y otra en Bernal, esta última en la calle Ing. Eduardo Otamendi, las
dos con cuadra y reparto. La panadería de Quilmes, Andrés Baranda 592 (V.N.), fue bautizada "La Curva", pues en esa encrucijada de calles era donde el tranvía
22 que venía desde la Capital giraba a la izquierda y tomaba la avenida Pellegrini rumbo a la estación. El lugar ya se lo conocía como "La Curva de Lemos". La panadería aún existe y nombre lo conservó
hasta 2014, cuando se le cambió por “Boulevard”.
En Quilmes los
Ruesta-Jordan vivieron en la calle Sáenz Peña, allí nacieron en 1917, Felipe
(Pipe) y en 1919, Nélida (Chola)
LA TRAGEDIA
El tío Tití (Faustino
Ruesta), como lo llamaban sus sobrinas, estaba muy enamorado de una joven que
murió inesperadamente. Una inconmensurable tristeza pudo con este hombre, al
punto que esperaba que llegara la noche, iba a Ezpeleta y saltaba la pared del
cementerio para estar cerca de quien había sido su amada. No pudo soportar el
dolor de la pérdida. Poco a poco se hundió en la bebida. Una fría noche de
niebla, regresaba a su casa totalmente ebrio, tropezó y cayó sobre las vías del
tranvía en la esquina de Andrés Baranda y Pellegrini, donde se quedó dormido.
Una “zorra” – esos tranvías de carga de la Cervecería - avanzaba dentro de una espesa
niebla que cegaba al motorman, quien tampoco advierte que un hombre que yacía
sobre las vías es atropellado y el vehículo lo arrastra enganchado varios
metros; su gorra quedó próxima a las puertas de la panadería “La Curva”.
Esta tragedia golpeó a
los Ruesta. Poco tiempo después, Bavila Albóñez de Ruesta, quien durante años había
manejado a su familia y a la panadería de Quilmes, paulatinamente se derrumbó, la
infinita pena de perder a un hijo le arrebató su extraordinaria fortaleza y lo
siguió en la muerte.
FLORENCIA
Florencia debió tomar el
lugar que dejó Bavila y hacerse cargo de lo que vino después… Si bien Bavila
formó y fortaleció a su nuera, no fue así con sus hijos: uno moría por amor,
Elena que no volvió jamás a ver a sus hijas, Margarita dedicada a su familia se
olvidó de su madre, Jorge, dominado por su mujer… y Generoso, ese hijo amado
por Florencia, de aparente carácter fuerte como su madre, también perdió su
fortaleza ante circunstancia inesperadas…
GENEROSO
Generoso era radical,
correligionario y amigo del Dr. Rodolfo López. Cuando cae el gobierno de
Hipólito Yrigoyen, tras el golpe cívico-militar del general José Félix Uriburu,
se comenzó a reprimir a las organizaciones obreras y se declaró fuera de la ley
a todas las organizaciones y grupos anarquistas. Se condenó a pena de
fusilamiento a todo activista que se lo encontrase resistiendo contra el
gobierno. La represión indiscriminada y salvaje, iniciada por la
dictadura de
Uriburu generó la reacción de grupos anarquistas de acción directa. En Quilmes
en uno de los tantos encontronazos los anarcos incendian una jardinera (carro
de reparto de pan)
De facebook: "Los viejos nos acordamos" |
Generoso en un incidente
casero en el que su madre, que le llevaba una palangana de agua hirviendo para
hacerle vapores pues estaba afectado de los bronquios, tropezó y cayó sobre el
joven, quien sufrió serias quemaduras en ambos brazos.
Las quemaduras, a las
que se sumó en contra que era panadero y este gremio siempre fue muy levantisco
e integrado en gran parte por anarquistas, fueron causales suficientes para
detenerlo sospechado de haber sido uno de los que provocaron la quema del
transporte y tras un juicio sumario, junto a otros 35 hombres, fue embarcado
inmediatamente en el “Pampa” un barco que hacía el trayecto hasta Tierra del
Fuego. Permaneció un mes en la bodega de la embarcación, engrillado y en estado
deplorable.
Entre tanto Florencia y
sus hijos, ignorantes del destino de Generoso, movían cielo y tierra en busca
de noticias. Nadie les había dado parte de la situación por la que estaba
pasado él, ignorante también el la que había quedado su familia.
En Ushuaia sufrió
carencias, la tortura agobiante de la soledad y el incalificable dolor de la
injusticia. Finalmente por conexiones con ex funcionarios radicales la familia
mal vendió todas sus posesiones por la urgencia que los acosaba ("La Curva" pasó a la firma Álvarez & Núñez). Y lograron la
libertad y el regreso de Generoso a Quilmes, que se produce tal como la ida en la bodega
del mismo navío y en las mismas condiciones.
Cuando Generoso arriba a
Buenos Aires ya no es la misma persona. Era un hombre abatido y enfermo. Su
negro cabello había totalmente encanecido, su sonrisa era una mueca y su piel blanca
había cambiado a un tono cetrino, cruzado por profundas arrugas. Tenía apenas, poco
más de cuarenta años.
El tranvía 22 avanza por Andrés Baranda hacia la Curva de Lemos
La Curva de Lemos hoy, Andrés Baranda y Carlos Pellegrini. |
LA NUEVA MATRONA
A partir de lo sucedido
Florencia se hace cargo de todo y gesta lo que luego adquiere las variables de
un clan familiar. Su esposo ya no puede más con su vida y comienza el fin. Inés
se ha casado en mayo del `34 y en marzo del `35 lo hace Zulema quién en el año `37
tiene una hija, Nidia. Al año fallece Generoso quedando la familia en la ruina
por la pérdida de bienes que significó recuperar a Generoso al seno familiar
del injusto castigo y los gastos de la atención médica.
En ese entonces el orgullo
de Florencia hace que se aleje de sus hermanos, como una forma de ocultar su
situación, ya que ellos gozaban de un nivel de vida alto y en esa época esas
divisiones de nivel social eran más notorias y objetables.
Al clan se sumaron los
yernos. Decidieron alquilar una casona para poder vivir juntos y así
recuperarse de tanta malaria, Florencia fue a trabajar en la misma fábrica
donde entró su hijo Felipe. La Fabril
Financiera de Bernal. Inés también lo hizo en Tapas Corona (SAFAC) de la
Cervecería Quilmes. Los yernos, uno en el ferrocarril y el otro en la
Cervecería. Zulema y Nélida atendían la casa. Todos bajo el matriarcado de
Florencia en una manifiesta comunidad.
¡No, no son enfermeras! Son trabajadoras de la Fabril Financiera de Bernal (con sus uniformes que atentaban con la elegancia) Florencia Jordán de Ruesta la cuarta sentada desde la derecha. En el centro el capataz (Bendito tu... todavía por esos años no se pensaba que pudiera haber una 'capataza')
PUERTAS ABIERTAS
Esa vida familiar
transcurre entre sobresaltos y alegrías. La casa siempre está abierta para parientes
y entenados, todos quienes necesitaban un apoyo, hospedaje, un plato de comida,
cariño lo encontraban pasando la puerta cancel de los Ruesta.
En nuestro país este tipo de familias ampliadas, generalmente conducidas por una mujer, se desarrollaron con el impulso de la inmigración,
entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Luego fueron desapareciendo y las
familias se limitaron a los miembros inmediatos.
En la casa de los Ruesta, en la calle Entre Ríos, se hacían reuniones, fiestas, brillantes peñas, donde todos participaban: amigos, vecinos y conocidos: Pipe Ruesta tocaba la guitarra y era
un excelente payador; Raúl Andrágñez, marido de Inés, además de animador en las orquestas típicas, era un notable humorista; Eliseo Pressón, marido de Zulema, tocaba el bandoneón y con él llegaban a al hogar de los Ruesta muchas de las figuras notables de las orquestas típicas y con amigos como: Salas, Pancho Roumieu, Tesei, Cafiero, Damiano, Francisco Abbatantuono, Héctor Tiscornia. Se bailaba, se cantaba, las mujeres preparaban el lunch, el clericó y corría la bidú para los chicos y la Quilmes, infaltable. Los días donde estos encuentros eran brillantes eran el 10 de agosto, cumpleaños de Florencia y las fiestas de fin de año, sobre todo el 1 de enero, donde muchos, después de los brindis de las 12, se trasladaban a festejar a esa casa cercana a la estación.
Sexteto de bandoneones |
LA ABUELA LORENZA
La familia fue
creciendo. Más bienestar, más integrantes, más sinsabores; preocupaciones,
satisfacciones, alegrías.
Mientras tanto la vida
política cambiaba. Distintos gobiernos, nuevos partidismos y la familia no
escapó a las discrepancias, aunque la sangre nunca llegó al río.
Florencia - o Lorenza,
pues fuera del entorno inmediato todos la conocían por ‘doña Lorenza’ o ‘abuela
Lorenza’, nunca se logró entender el por qué - fue abuela de cuatro nietos, dos
mujeres y dos varones, su primera nieta Nidia, en el año 1957, la transformó en
bisabuela de una niña, Liliana Martin.
En ese entonces ya
estaba jubilada. Después de preparar el almuerzo junto con Inés se sentaba a
leer todos los diarios y le encantaba comentar las noticias. Las salidas eran
con la mayor de sus nietas, al cine, al baile y al regresar a la casa se quedaban
hasta muy tarde comentando sobre el espectáculo, la gente, el mundo social de
aquel Quilmes que aún era pueblo.
Transcurrió su vida
entre dolores y las preocupaciones pero nunca nadie la vio llorar, ni aflojar
en la lucha.
Se apagó su vida rodeada
de toda su familia que la amaba y respetaba; en su agonía llamaba, “mamá”. Quedó
la duda a cuál ‘mamá’ llamaba ¿A la que le dio la vida? O a la aragonesa que
siempre nombraba, a Bavila, la que le enseñó a luchar, a defenderse y ser una
mujer autosuficiente. Florencia o Lorenza dejó este mundo un 14 de junio de 1978,
rodeada por su familia; cuando la gente drogada por el mundial de fútbol vivaba
al gobierno de facto e ignoraba los centros de detención, los torturados, los
desaparecidos.
CONCLUSIÓN
Fue un modelo en el que
muchos quisieron fundirse. Yo su nieta mayor, Nidia, crecí pensando que debía
ser fuerte como ella; apenas lo logré algunas veces, pero creo que no le llegué
a las rodillas. A la misma edad que ella tenía cuando fue bisabuela, me
pregunto si algo de esa mujer me ha quedado y después de un balance de mi vida
llego a la conclusión que mi fortaleza me viene de su fortaleza para enfrentar
las intemperies de la vida… La sigo amando y admirando; sé que por siempre
estará conmigo… mi abuela. Pocas veces sueño con
ella, pero cuando me pasa, me suceden cosas buenas, es como un amuleto que me
cuida…
Por Nidia Pressón Ruesta
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